jueves, 9 de junio de 2011

La explosión

Otra historia que escribi cuando era chiquito:

Desperté. Abrí la puerta y salí a caminar. Era un día soleado, los pájaros cantaban desde las cimas de los Jacarandas en flor. Los perros ladraban y corrían de un lado a otro sin cansarse. Los jóvenes se divertían; los chicos jugaban al fútbol y las chicas hablaban sin parar.
Llegué al centro Bagdad. Me encontraba a una cuadra del Ministerio de Relaciones Exteriores cuando, sin previo aviso, el suelo comenzó a temblar bruscamente. Una explosión dentro del edificio arraso todo a su paso. Unas sesenta  personas murieron y más de doscientas cincuenta resultaron heridas por esta explosión. La onda expansiva reventó ventanas del edificio y del cercano hotel Rashid donde yo me hospedaba. Llegue al lugar de los hechos, vi cuerpos desfigurados dentro de los choches que pasaban por allí cuando se produjo la explosión, vi un brazo completamente desgarrado en una rama del Jacaranda mas cercano. Un cráter de tres metros de profundidad y diez de ancho fue el resultado de la catástrofe. Las calles quedaron regadas de cadáveres, escombros y autos destruidos.
Quise ayudar pero me dijo un policía que no se podía hacer nada. Observe los escombros por un momento más y seguí caminando. De repente, escuché un grito que surgía de abajo de un auto.
-         ¡Ayuda!- Exclamo el hombre.
-         No se preocupe- Respondí yo; Di media vuelta y me fui a buscar al
policía. Al ver esto, el hombre estalló en llanto y susurro:
-         Por Favor, no se valla, necesito que me ayude, mi hija debe estar por
acá cerca.
Sin más preámbulos, comencé a buscar a la niña, efectivamente, la encontré a pocos metros de su padre, estaba escondida detrás de un gran árbol, el denominado “árbol de la paz”, donde los iraníes cuelgan cartas que le llegan a su dios, Ala. La llevé con las autoridades, ellos la llevaron a un hospital cercano.
            Al regresar con el hombre para contarle lo sucedido, el estaba muerto, solo quedaba una montaña de llamas que cubrían su cuerpo y el antiguo auto que estaba sobre él.
            El gobierno iraní acuso inmediatamente a la red Al Qaeda y a los seguidores del partido Baaz por el atentado al edificio gubernamental. Yo intuía que no fueron ellos los que produjeron el aterrador ataque.
            Se produjo una serie de ataques, por todos, culparon a Al Qaeda y a los seguidores del partido Baaz. Disconforme con los resultados, investigue día y noche estos sucesos. Poco a poco, fui entendiendo cómo y por qué los hacían. Todos fueron a estructuras del estado como al Ministerio de Finanzas y al de Relaciones Exteriores. Esta feroz ola de atentados se produjo por las órdenes de Boludd El  Doggor, Un hombre que maneja al mas grande ejército ilícito desde Pavao.
            Boludd El Doggor es un terrorista que está en contra del poder del estado. Este anarquista es alto. De rasgos marcados, una gran nariz y una barba que no podía pasar desapercibida. Su forma de ataque es muy simple, pero nadie la nota hasta el momento de la catástrofe. El inteligente hombre, utiliza camiones bomba en todos sus ataques.
            Les avisé a las autoridades y comenzó la casería de hombres, debíamos agarrarlo antes del próximo ataque. El lugar y la hora la descubrí contando las coordenadas de los primeros ataques. El último ataque debía ser en 208º 30º sur y 118º 7º 30º oeste a las dos de la mañana.
            A esa hora, nos encontrábamos en el lugar preciso, un pequeño pueblo llamado estrella, el pueblo estaba parado, ya que todos estaban dormidos. Un grupo de camionetas cruzaron frente a nosotros. Boludd El Doggor bajó de una de ellas, encendimos nuestros autos. El astuto hombre percibió nuestra presencia y salió corriendo. Se metió es un callejón sin salida, era nuestro.
            El piso temblaba y una pared de fuego surcaba los cielos, nos se podía respirar ni ver por el humo. Nos acercamos al terrorista pero ya no estaba, había escapado…